jueves, 25 de febrero de 2010



Cuando se dice que en España tenemos mucho talento desaprovechado, están diciendo una gran mentira: lo aprovechamos para gilipolleces. Lo mismo que cuando los políticos y los padres, yo soy de lo segundo y las urnas me libre de ser de lo primero, decimos que es por el bien de los hijos, o que van a servir al ciudadano. (NOTA: Un día que ande con el cabreo subido voy a lanzar cuatro verdades sobre la vida política. Por cierto que a esto de decir lo que ustedes quieren oír se le llama demagogia. Y si quieren oír otra cosa, pues también se la diré).

Ala, ya me he dispersado y esa dispersión me gustaría poder achacarla a los humos, las prisas, las cañas o las tapas de la nueva ciudad donde resido, pero yo sé que la he llevado siempre conmigo. No es genético, no, es intrínseco a mi persona. Genético e intrínseco son dos cosas distintas, pero desconozco en que se diferencian.

¿Han leído alguna vez algún artículo en el que el autor reconozca que no sabe de lo que está hablando? Pues ale, acaban de presenciar un momento histórico: el reconocimiento de la ignorancia de alguien que saca el careto en los medios de comunicación.

Y a eso iba - tres párrafos he usado para centrarme - al hecho de lo que nos cuesta reconocer que de algo no sabemos. Y en un bar, estaríamos hablando de un evento que casi podríamos denominar como milagroso.

Tertulianos, políticos, articulistas y parroquianos de cantina tenemos una cosa en común: de todo sabemos y siempre tenemos la razón. No entraré en los procelosos y empantanados caminos de la discusión política, no, pero si en los deportivos y en los ecos de sociedad. Si visitan de forma habitual casas de apuestas por internet, ya pueden ir a apostando a que entraré en terreno político en nada.

En este país, y supongo que en otros también, si se dan dos circunstancias como son estar en un bar y que la tele esté puesta, tardamos poco en adquirir la titulación de Entrenador Nacional de Futbol, periodista del corazón, la de científico que dejaría al Punset a la altura del electrón, o la de Ministro de Economía y Hacienda. (Vaya, hubieran ganado su apuesta).

Aquí todo el mundo opina: unos pondrían a un determinado jugador y quitarían a otro sin añadir más razonamiento que un trago de vino, otros están a favor de la Esteban porque la pobre ha sufrido mucho, otros en contra por tiene una jeta tan dura que ya se la ha tenido que operar alguna que otra vez, otros creen que Fernando Alonso se equivoca al entrar a repostar en la vuelta 53 y no en la 56, y todos colgarían al Ministro de Hacienda de la torre más alta de la ciudad. También todos bajarían los impuestos, sin saber cuáles bajar ni como pagar la educación, la sanidad y las carreteras. Aunque, la verdad sea dicha, para la educación y la sanidad que actualmente disfrutamos no hay que hacer grandes esfuerzos. (Esto es la demagogia a la que antes me refería).

Y digo yo que con todo lo que sabemos sobre estos temas, ¿por qué no jugamos unos eurillos en una casa de apuestas? Seguro que ganaríamos una pasta gansa aplicando nuestra sabiduría al futbol, a la Fórmula 1 o al planning de visitas de la entrepierna de la Esteban.

Pues por dos motivos: porque nos tocan la cartera, el primero, y porque quedaría demostrado que no sabemos una mierda, el segundo. Y esto último sí que no lo aguantamos delante de los amigos.

Por cierto que he hablado de genética y tengo dos reflexiones al respecto. Sí, sí, he reflexionado. La primera: ¿Se han dado cuenta que bien nos viene la excusita de la genética cuando somos unos ineptos para cualquier cosa? Por ejemplo: yo es que soy de letras, los números nunca se dieron bien en mi familia. Pero bien que sabe contar dinero. Decimos tamaña chorrada y nos quedamos tan anchos, y encima parece que somos asesores de bar del Punset.

La otra reflexión: ¿No creen que la inteligencia está demasiado valorada respecto a la belleza? Si los padres de uno son listos del carajo, perdonamos que los hijos también lo sean. Pero si los padres de uno son guapísimos, no se lo perdonamos. Pues la belleza, como la inteligencia también tiene un componente genético, pero socialmente valoramos más a los listos que a los guapos. Aunque ganan menos dinero los investigadores de tratamientos para el cáncer de mama que las que enseñan las tetas en las revistas. Ale, he dicho.

Así está el mundo, así lo veo yo y así trato de contárselo.

PD: Recuerden que si quieren dar su opinión, y yo ya veré lo que hago con ella, puede hacerlo en http://viviendoentregatos.blogspot.com/

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