Hoy voy a acojonarlos, sí, sí, me ha dado por ahí, por hacer de Ángel Exterminador, de Heraldo de la Muerte o, sencillamente, de Aguafiestas. Si usted es una persona pusilánime, signifique lo que signifique, hipocondriaca o con tendencias a ver conspiraciones donde los demás ven la realidad, no siga leyendo esto y pase a leer a mi compañero de página, la sección de cocina o la de moda.
Como intuyo que el morbo habrá podido más que la prudencia, debieran practicarla más a menudo, deben estar leyendo este párrafo y algún anunciante ha perdido una magnífica oportunidad para destacar las bondades de su producto y engrosar mi cuenta corriente. Así van las cosas: más morbo, más sexo, y más violencia implican más público. No es complicado ser publicista, ¿verdad?
¿Somos conscientes del peligro constante en el que vivimos?¿A cuánto estamos de morir en nuestras rutinarias vidas? Intentar comprender el sistema judicial español, ¿implica mutaciones en las neuronas que se trasmitirán a sucesivas generaciones?¿Producen cáncer las ondas que emiten los móviles?¿Y la pelusilla que rueda por los pasillos de las casas? Pues es bastante probable que la única respuesta que obtenga de la lectura de este artículo sea la referente a los móviles. Y no les voy a hacer esperar hasta el final: No producen cáncer. Y no lo digo yo, que no tengo credibilidad alguna para nada, los dicen estudios científicos y un tipo que se acoda en el bar de debajo de mi casa a las siete de la tarde. Aunque también puede decir lo contrario si lo invitas a una copa de vino a las nueve de la noche.
Un acto tan cotidiano como cruzar la calle nos deja un pequeño margen de cinco segundos, más o menos, con respecto a la muerte por atropello. Pruébelo, pruébelo. Cruce la calle como hace habitualmente y cuando llegue a la acera cuente en segundos lo que tarda un coche en llegar a su altura: ¿cinco segundos?¿seis?
Ah, pero si se siente a salvo al llegar a la acera, está muy pero que muy equivocado. Ahora acechan bicicletas y motos circulando por ellas, aunque cada vez menos, eso sí. Acechan mierdas de perro, me niego a llamarlas caquitas, defecaciones o excrementos, que incrementan el riesgo de resbalar y romperse la crisma. Existe el peligro de morir enredado en una de esas malditas correas para perros que se estiran de la misma forma que yo estiraba el cuello de alguno de los propietarios. Y no sigo porque al final los hipocondriacos solo saldrán a la calle para comprobar que la humanidad no ha desaparecido.
Pero, para los hipocondriacos que no quieren salir a la calle, tengo malas noticias para ello: la cantidad de gérmenes, bacterias, microbios, agentes de seguros y correo comercial que invaden nuestras casas. ¿Saben la cantidad de bichitos que circulan por encima de las mesas? No, no lo saben, pero hay muchos, y algunos de ellos con la aviesa intención de provocarnos unas cagaleras de la muerte, un resfriado o cualquier otra excusa para estar en casita de baja viendo cualquiera de esos documentales de La 2 sobre bacterias, gérmenes, agentes de seguros y correos comerciales.
Pero si quieren que les amargue el día puedo seguir hablando sobre los viajes en avión, que no se caen tantos como usted cree, solo se caen tantos como salen en las noticias. Puedo hablar de las macetas que caen en días de viento, infecciones de hospital, infartos por hacer deporte, infartos por no hacerlo, cáncer por ser fumador, o por ser fumador pasivo, o sencillamente por tener predisposición genética a ello, o de porque la gente se muere por estar en el lugar inadecuado en el momento inoportuno.
¿Ya les he amargado la vida? Bueno, pues como nunca hacen caso a otros artículos, tampoco hagan caso a este, tírenlo a la papelera y antes de cruzar la calle…miren a izquierda y derecha, que es lo mismo que hacen antes de votar.
Así está el mundo, así lo veo yo y así trato de contárselo.